miércoles, 26 de septiembre de 2012

Abrir y dirigir el corazón a Dios al rezar en la Liturgia de la Iglesia, exhorta el Papa

Abrir y dirigir el corazón a Dios al rezar en la Liturgia de la Iglesia, exhorta el Papa

VATICANO, 26 Sep. 12 / 10:42 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Benedicto XVI hizo hoy un especial llamado a los católicos a tener una disposición fundamental: dirigir el corazón y abrirlo dócilmente a Dios para rezar en la liturgia de la Iglesia.

En su habitual catequesis de la audiencia general celebrada esta mañana ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro, el Papa reflexionó sobre la oración en la liturgia, un espacio "precioso" que es además "un ámbito privilegiado en el que Dios nos habla a cada uno de nosotros, aquí y ahora, y espera nuestra respuesta".

Tras recordar que liturgia significa originalmente "servicio de parte de y en favor del pueblo", el Papa resaltó el momento en el que el celebrante, durante la Misa, anima a levantar el corazón (Sursum corda) "fuera de la maraña de nuestras preocupaciones, de nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción".

"Nuestro corazón, la parte íntima de nosotros mismos, debe abrirse dócilmente a la Palabra de Dios, y recogerse en la oración de la Iglesia, para recibir su orientación hacia Dios de las palabras mismas que escucha y dice. La mirada del corazón debe dirigirse al Señor, que se encuentra entre nosotros: es una disposición fundamental".

Benedicto XVI explicó que "cuando vivimos la liturgia con esta actitud fundamental, nuestro corazón viene sustraído como por la fuerza de la gravedad, que lo atrae hacia abajo, y sube interiormente hacia arriba, hacia la verdad y el amor, a Dios".

"Cómo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, ‘la misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la Liturgia sacramental de la Iglesia anuncia, actualiza y comunica el Misterio de la salvación, continúa en el corazón que ora. Los Padres de la vida espiritual a veces comparan el corazón a un altar’. Dice el Catecismo: altare Dei est cor nostrum".

El Santo Padre dijo que en el significado de la liturgia "servicio en favor del pueblo" se hace referencia a "un pueblo que no existe por sí mismo, sino que se ha formado gracias al Misterio Pascual de Jesucristo. De hecho, el Pueblo de Dios no existe por lazos de sangre, de territorio o de nación, sino que nace por obra del Hijo de Dios y de la comunión con el Padre que Él nos obtiene".

El Papa recordó la aprobación en el Concilio Vaticano II, el 4 de diciembre de 1963, del documento Sacrosanctum Concilium, sobre la liturgia, con lo que se puso de manifiesto "muy claramente la primacía de Dios y su prioridad absoluta. En primer lugar, Dios: esto es lo que nos dice precisamente la opción conciliar de empezar por la liturgia".

"Donde la mirada hacia Dios no es determinante, todo lo demás pierde su orientación. El criterio fundamental para la liturgia es su orientación hacia Dios, para que podamos participar de su obra", dijo luego.

"Pero podemos preguntarnos: ¿qué es esta obra de Dios a la que estamos llamados a participar? La respuesta que nos da la Constitución conciliar sobre la sagrada liturgia es aparentemente doble. En el número 5 nos dice, en efecto, que la obra de Dios son sus acciones históricas que nos traen la salvación, que culminan en la muerte y resurrección de Jesucristo; pero en el número 7, la misma Constitución define la celebración de la liturgia como ‘obra de Cristo’".

En realidad, explica el Santo Padre, "los dos significados están inseparablemente unidos. Si nos preguntamos quién salva al mundo y al hombre, la única respuesta es: Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, crucificado y resucitado".

"¿Y dónde está presente hoy para nosotros, para mí, el Misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, que trae la salvación? La respuesta es: en la acción de Cristo, a través de la Iglesia, en la liturgia, sobre todo en el Sacramento de la Eucaristía, que hace presente la ofrenda sacrificial del Hijo de Dios, quien nos ha redimido; en el Sacramento de la Reconciliación, en donde se pasa de la muerte del pecado a la vida nueva; y en los otros actos sacramentales que nos santifican".

Por lo tanto, precisa el Papa, "el Misterio Pascual de la Muerte y Resurrección de Cristo es el centro de la teología litúrgica del Concilio".

"Demos un paso más y preguntémonos: ¿cómo podemos hacer posible ésta actualización del Misterio Pascual de Cristo? El beato Papa Juan Pablo II, 25 años después de la Constitución Sacrosanctum Concilium, escribió: ‘para actualizar su Misterio Pascual, Cristo está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. La Liturgia es, en consecuencia, el lugar privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios y con Aquel a quien Él envió, Jesucristo’".

Como recuerda la Sacrosanctum Concilium, "para garantizar la plena eficacia de la celebración ‘es necesario que los fieles se acerquen a la liturgia con una disposición de ánimo correcto, pongan su propia alma en consonancia con su propia voz y cooperen con la gracia divina para no recibirla en vano’".

"Queridos amigos –prosiguió el Papa– celebramos y vivimos bien la liturgia sólo si permanecemos en actitud de oración, uniéndonos al misterio de Cristo y a su coloquio del Hijo con el Padre. Dios mismo nos enseña a orar, afirma San Pablo. Él mismo nos ha dado las palabras adecuadas para dirigirnos a Él, palabras que encontramos en el Salterio, en las grandes oraciones de la sagrada liturgia y en la Celebración eucarística".

Para concluir pidió rogar "al Señor para ser cada vez más conscientes del hecho de que la liturgia es acción de Dios y del hombre; la oración que viene del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con el Hijo de Dios hecho hombre".

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Un padre debe estar cerca de sus hijos cuando están en problemas

Miercoles 19 Sep 2012 | 11:41 am

Benedicto XVI

Ciudad del Vaticano (AICA): Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de este miércoles a su reciente viaje apostólico al Líbano. “Un viaje muy deseado por mí- dijo- a pesar de las circunstancias difíciles, porque un padre siempre debe estar cerca de sus hijos cuando se encuentran en graves problemas. Me ha movido el sincero deseo de anunciar la paz que el Señor resucitado dio a sus discípulos, con las palabras ´Mi paz les doy´”. El Santo Padre describió su viaje como “un acontecimiento eclesial conmovedor y, al mismo tiempo, una oportunidad providencial para el diálogo”.

  Imprimir    Enviar por mail  | Compartir: 

Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de este miércoles a su reciente viaje apostólico al Líbano. “Un viaje muy deseado por mí- dijo- a pesar de las circunstancias difíciles, porque un padre siempre debe estar cerca de sus hijos cuando se encuentran en graves problemas. Me ha movido el sincero deseo de anunciar la paz que el Señor resucitado dio a sus discípulos, con las palabras 'Mi paz les doy'”.
El Santo Padre describió su viaje como “un acontecimiento eclesial conmovedor y, al mismo tiempo, una oportunidad providencial para el diálogo vivido en un país complejo, pero emblemático para toda la región, debido a su tradición de convivencia y de laboriosa colaboración entre los diferentes componentes religiosos y sociales”.
“Frente a los sufrimiento y los dramas en esa zona de Medio Oriente, manifesté mi sincera cercanía a las aspiraciones legítimas de esas queridas poblaciones llevándoles un mensaje de aliento y paz. Pienso en particular en el terrible conflicto que atormenta a Siria, provocando, además de miles de muertos, un flujo de refugiados que converge en esa región a la búsqueda desesperada de seguridad y futuro; y tampoco olvido la difícil situación de Iraq”, dijo el Papa.
“Durante mi visita, agregó el Pontífice, la gente del Líbano y de Medio Oriente -católicos, representantes de las otras Iglesias y comunidades eclesiales y de las diversas comunidades musulmanas- vivieron con entusiasmo y en un ambiente distendido y constructivo, una valiosa experiencia de respeto mutuo, de comprensión y de fraternidad, que constituye un signo de esperanza para toda la humanidad. Pero, sobre todo, fue el encuentro con los miles de fieles católicos del Líbano y el Medio Oriente, lo que despertó en mi mente un sentimiento de profunda gratitud por el ardor de su fe y su testimonio”.
“Pude constatar personalmente que las comunidades católicas del Líbano, a través de su presencia bimilenaria y de su compromiso lleno de esperanza, dan una contribución significativa y valiosa a la vida cotidiana de todos los habitantes del país”, afirmó el Papa que agradeció a las autoridades institucionales el “caluroso recibimiento” que le tributaron y que corresponde a la “célebre hospitalidad libanesa”.
“Los musulmanes -agregó- me recibieron con gran respeto y consideración sincera; su presencia constante y participante me dio la oportunidad de lanzar un mensaje de diálogo y colaboración entre el cristianismo y el Islam: me parece que llegó el momento de dar un testimonio sincero y decidido en contra de las divisiones , la violencia y las guerras”.
El Santo Padre pasó revista a los actos que jalonaron su viaje apostólico como la firma de la Exhortación Apostólica post-sinodal “Iglesia en Medio Oriente” en la basílica greco-melkita de San Pablo en Harissa. “En esa ocasión -dijo- invité a todos los católicos de Medio Oriente a fijar su mirada en Cristo crucificado para encontrar la fuerza, incluso en contextos difíciles y dolorosos, para celebrar la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza y de la unidad sobre la división”.
En el encuentro con los representantes de las instituciones de la República y del mundo de la cultura, el cuerpo diplomático y los líderes religiosos, el Papa indicó “el camino a seguir para promover un futuro de paz y solidaridad; se trata de trabajar para que las diferencias culturales, sociales y religiosas lleguen, en un diálogo sincero, a una nueva fraternidad, donde lo que une es el sentido compartido de la grandeza y de la dignidad de toda persona, cuya vida siempre debe ser defendida y protegida. El mismo día tuve un encuentro con los jefes de las comunidades religiosas musulmanas, que se llevó a cabo en un espíritu de diálogo y benevolencia mutua. Doy gracias a Dios por este encuentro”.
Benedicto XVI recordó también el “entusiasmo incontenible de miles de jóvenes libaneses y de los países vecinos” que lo saludaron en la residencia del Patriarca maronita, y a quienes habló de “la suerte de vivir en esa parte del mundo que vio a Jesús muerto y resucitado por nuestra salvación, y el desarrollo del cristianismo, exhortándolos a la fidelidad y el amor por su tierra, a pesar de las dificultades causadas por la falta de estabilidad y seguridad”.
“Viendo a los jóvenes, añadió, cristianos y musulmanes festejando en gran armonía, los animé a construir juntos el futuro de Líbano y del Medio Oriente y a oponerse a la violencia y la guerra. La concordia y la reconciliación tienen que prevalecer sobre las fuerzas de la muerte”.
En la Santa Misa dominical en el City Center Waterfront en Beirut, el Papa instó a todos “a vivir la fe y testimoniarla sin miedo, sabiendo que la vocación del cristiano y de la Iglesia es llevar el Evangelio a todos sin distinción, siguiendo el ejemplo de Jesús. En un contexto marcado por ásperos conflictos, subrayé la necesidad de servir a la paz y la justicia, convirtiéndose en instrumentos de reconciliación y constructores de comunión”.
“Al final de la celebración eucarística, tuve la alegría de presentar la Exhortación apostólica que recoge las conclusiones de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Medio Oriente. Este documento quiere llegar a todos los fieles de esa querida tierra, para sostenerlos en la fe y la comunión y animarlos en el camino de la tan deseada nueva evangelización. Por la tarde, en la sede del Patriarcado Siro-Católico, tuve la alegría de un fraternal encuentro ecuménico con los patriarcas ortodoxos y ortodoxos orientales y con los representantes de esas Iglesias y comunidades eclesiales”.
“Los días transcurridos en el Líbano -concluyó- fueron una maravillosa manifestación de fe e intensa religiosidad y un signo profético de paz. Espero que los diversos mensajes de paz y de estima que llevé, ayuden a los gobiernos de la región a dar pasos decisivos hacia la paz y hacia una mejor comprensión de la relación entre cristianos y musulmanes. Por mi parte, sigo acompañando a aquellas queridas poblaciones con la oración para que sean fieles a los compromisos adquiridos”.+

sábado, 15 de septiembre de 2012

Benedicto XVI: “Si queremos la paz, defendamos la vida”

Sabado 15 Sep 2012 | 20:03 pm

Benedicto XVI y el presidente Michel Sleiman

Beirut (Líbano) (AICA): “La eficacia del compromiso por la paz depende de la concepción que el mundo tenga de la vida humana. Si queremos la paz, defendamos la vida. Esta lógica no solamente descalifica la guerra y los actos terroristas, sino también todo atentado contra la vida del ser humano, criatura querida por Dios”, dijo esta mañana Benedicto XVI en su encuentro con los miembros del gobierno, de las instituciones de la República del Líbano, el cuerpo diplomático, los responsables religiosos y los representantes del mundo de la cultura, que tuvo lugar, en el salón “25 de mayo” del palacio presidencial de Baabda, donde, momentos antes, el Santo Padre se había entrevistado con el presidente de la República, Michel Sleiman, y el jefe del gobierno Nabih Berri.

  Imprimir    Enviar por mail  | Compartir: 

Benedicto XVI inició esta mañana la segunda jornada de su viaje apostólico al Líbano con una visita de cortesía al presidente de la República, Michel Sleiman, en el palacio de Baabda, donde se encontró también con el presidente del parlamento, Nabih Berri y del consejo de ministros, Nagib Mikati. A continuación, siempre en el palacio de Baadba, encontró a los jefes de las comunidades religiosas musulmanas: suní, chií, drusa y alauí.
El Papa entregó a las autoridades civiles y religiosas una copia de la exhortación apostólica post-sinodal “Ecclesia in Medio Oriente”. Después, el Santo Padre, acompañado del presidente de la República plantó en el jardín presidencial un cedro del Líbano.
Finalizado este acto simbólico, Benedicto XVI pronunció en el salón “25 de mayo”, un discurso ante las autoridades institucionales, el cuerpo diplomático, los jefes religiosos y los representantes del mundo de la cultura.
Inició sus palabras saludando con las mismas palabras de Jesús: “Mi paz les doy”. Y se refirió al acto simbólico tenido poco antes de plantar un cedro, el símbolo del país. Comparó las atenciones que necesita un arbolito recién plantado con las que necesitará el Líbano para fortalecerse: “pienso en su país y su destino, en los libaneses y sus esperanzas, en todas las personas de esta región del mundo que parece conocer los dolores de un alumbramiento sin fin”.
Dijo que fue una región “elegida para que sirva de ejemplo, para que dé testimonio de cara al mundo de la posibilidad que tiene el hombre de vivir concretamente su deseo de paz y reconciliación”.
Explicó que para construir y consolidar la paz “hay que volver incansablemente a los fundamentos del ser humano” de su dignidad y al primer lugar de humanización que es la familia, promoviendo una cultura de vida.
“La eficacia del compromiso por la paz depende de la concepción que el mundo tenga de la vida humana. Si queremos la paz, defendamos la vida. Esta lógica no solamente descalifica la guerra y los actos terroristas, sino también todo atentado contra la vida del ser humano, criatura querida por Dios”, dijo.
Recordó el pontífice que existen otros atentados a la vida humana como “el desempleo, la pobreza, la corrupción, las distintas adicciones, la explotación, el tráfico de todo tipo y el terrorismo”.
“Sólo una solidaridad efectiva constituye el antídoto a todo esto”, subrayó. “Hoy, las diferencias culturales, sociales, religiosas, deben llevar a vivir un tipo nuevo de fraternidad”. Son todas ellas premisas para encontrar el camino de la paz.
“Para abrir a las generaciones futuras un porvenir de paz, la primera tarea es la de educar en la paz, para construir una cultura de paz", afirmó. Una educación que debe “acompañar la maduración de la capacidad de tomar opciones libres y justas, que puedan ir a contracorriente de las opiniones dominantes, las modas, las ideologías políticas y religiosas”.
Y lanzó un desafío a los líderes reunidos en este encuentro: “Pensamientos de paz, palabras de paz y gestos de paz crean una atmósfera de respeto, de honestidad y cordialidad, donde las faltas y las ofensas pueden ser reconocidas con verdad para avanzar juntos hacia la reconciliación. Que los hombres de Estado y los responsables religiosos reflexionen sobre ello”.
Identificó a la causa de tanto dolor como sufre esta región en el mal, el demonio, que “no es una fuerza anónima” sino “pasa por la libertad humana”.
Por ello, llamó a la “conversión del corazón” sin la que las “liberaciones” humanas defraudan.
Llamó a tener “una mirada nueva y más libre” y a decir no a la venganza para salir de esta callejón sin salida en que está sumida la región.
“Sólo entonces podrá crecer el buen entendimiento entre las culturas y las religiones, la consideración sin conmiseración de unos por otros y el respeto de los derechos de cada uno”.
Recordó que “en el Líbano, el cristianismo y el Islam habitan el mismo espacio desde hace siglos. No es raro ver en la misma familia las dos religiones. Si en una misma familia es posible, ¿por qué no lo puede ser con respecto al conjunto de la sociedad?”.
Para llegar a un clima de diálogo hay que ser “conscientes de que existen valores comunes a todas las grandes culturas, porque están enraizadas en la naturaleza de la persona humana”.
Recordó que “la libertad religiosa es el derecho fundamental del que dependen muchos otros”. Explicó que la libertad religiosa tiene una dimensión social y política indispensable para la paz.
Todo lo dicho, aseguró Benedicto XVI, no puede quedar como el simple enunciado de ideas. “Pueden y deben ser vividas”, subrayó.
Y concluyó con un llamamiento a este país, el Líbano, que “está llamado, ahora más que nunca, a ser un ejemplo” y una invitación a políticos, diplomáticos, religiosos, hombres y mujeres del mundo de la cultura “a dar testimonio con valor en su entorno, a tiempo y a destiempo, de que Dios quiere la paz, que Dios nos confía la paz”. Cerró su discurso con las mismas palabras de Jesús: “Mi paz les doy”. +

miércoles, 12 de septiembre de 2012

No hay oraciones inútiles y Dios responde a todas, explica el Papa

No hay oraciones inútiles y Dios responde a todas, explica el Papa

VATICANO, 12 Sep. 12 / 10:12 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Benedicto XVI explicó que no hay oraciones inútiles y Dios, que es Amor y Misericordia infinitos, siempre responde a todas aunque a veces esa respuesta es misteriosa.

En su catequesis de la audiencia general de hoy realizada en el Aula Pablo VI ante miles de fieles presentes, el Santo Padre prosiguió con su reflexión sobre la oración en el libro del Apocalipsis, y resaltó que las oraciones son como incienso "cuya dulce fragancia se ofrece (…) a Dios".

"Debemos estar seguros –dijo el Papa– que no hay oraciones superfluas, inútiles; ninguna se pierde. Y éstas encuentran respuesta, aunque a veces misteriosa, porque Dios es Amor y Misericordia infinita".

El incienso en el Apocalipsis, continuó, "es un simbolismo que nos dice cómo todas nuestras oraciones –con todas las limitaciones, la pobreza, la fatiga, la sequedad, las imperfecciones que puedan tener– son purificadas y alcanzan el corazón de Dios".

Benedicto XVI dijo además que "Dios no es indiferente a nuestras súplicas, interviene y hace sentir su poder y su voz en la tierra, hace temblar y altera el sistema del Maligno".

"A menudo, frente al mal se tiene la sensación de no poder hacer nada, pero es precisamente nuestra oración la respuesta primera y más efectiva que podemos dar y que hace más fuerte nuestro compromiso diario en la difusión del bien. El poder de Dios hace fecunda nuestra debilidad".

El Santo Padre explicó también que "el Apocalipsis nos dice que la oración alimenta en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades esta visión de luz y de profunda esperanza: nos invita a no dejarnos vencer por el mal, sino a vencer el mal con el bien, a mirar a Cristo Crucificado y Resucitado que nos asocia a su victoria".

"La Iglesia vive en la historia, no se cierra sobre sí misma, sino que afronta con valentía su camino en medio de las dificultades y el sufrimiento, afirmando con fuerza que el mal que no es definitivo no vence al bien, que la oscuridad no oculta el esplendor de Dios".

A continuación el Papa subrayó que "como cristianos no podemos ser nunca pesimistas; sabemos que en el camino de nuestra vida a menudo encontramos violencia, mentira, odio, persecución, pero eso no nos desanima".

"Especialmente, la oración nos enseña a ver los signos de Dios, su presencia y acción. Es más, nos enseña a ser nosotros mismos luces de bien, que difunden esperanza e indican que la victoria es de Dios".

Uno de los símbolos del Apocalipsis, un personaje de tal belleza que no es descrito por San Juan, representa a "Dios Todopoderoso, que no se ha quedado encerrado en su cielo, sino que se ha acercado al hombre, estableciendo una alianza con él; Dios hace escuchar en la historia, de forma misteriosa pero real, su voz simbolizada por rayos y truenos".

Otros dos símbolos son el libro que contiene el plan de Dios y el Cordero que representa a Jesús Resucitado, que es el único capaz de "abrir el texto e iluminarlo (…) Y es precisamente el Cordero, Cristo muerto y Resucitado, que poco a poco abre los sellos y revela el plan de Dios, el sentido profundo de la historia".

El Papa resalta luego que "la oración es como una ventana abierta que nos permite mantener nuestra mirada dirigida hacia Dios, no sólo para recordarnos la meta hacia la cual nos dirigimos, sino también para permitir que la voluntad de Dios ilumine nuestro camino terrenal y nos ayude a vivirlo con intensidad y el compromiso".

"¿Cómo guía el Señor a la comunidad cristiana para una lectura más profunda de la historia? En primer lugar, invitándola a que considere con realismo el presente que estamos viviendo".

Benedicto XVI explica que "hay males que el hombre cumple, como la violencia, que nace del deseo de poseer, de prevalecer los unos sobre los otros, hasta llegar a matarse (…), o la injusticia, porque los hombres no respetan las leyes que se han dado (…)".

"A estos se añaden los males que el hombre tiene que sufrir, como la muerte, el hambre, las enfermedades (…). Ante estas realidades, muchas veces dramáticas, la comunidad eclesial está invitada a no perder nunca la esperanza, a creer firmemente que la aparente omnipotencia del Maligno se choca con la verdadera omnipotencia que es la de Dios".

El Papa afirma también que "el Libro del Apocalipsis, a pesar de la complejidad de los símbolos, nos sumerge en una oración muy rica, a través de la cual oímos, alabamos, agradecemos, contemplamos al Señor, le pedimos perdón".

Su estructura, de gran oración litúrgica, concluye, "es también un fuerte llamado a redescubrir la carga extraordinaria y el poder transformador que tiene la Eucaristía. En particular, me gustaría invitar con fuerza a ser fieles a la Santa Misa del domingo, en el Día del Señor. ¡El Domingo, es el verdadero centro de la semana! Gracias".

miércoles, 5 de septiembre de 2012

El Papa: No hay oración estéril y Jesús, con la Iglesia en sus manos, las escucha

El Papa: No hay oración estéril y Jesús, con la Iglesia en sus manos, las escucha

VATICANO, 05 Sep. 12 / 10:03 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Benedicto XVI explicó esta mañana que ninguna oración por más solitaria o aislada que sea permanece estéril, ya que Jesús que tiene en sus manos a toda la Iglesia de todos los tiempos, la escucha con amor.

Ante miles de fieles reunidos en el Vaticano para la audiencia general, el Papa reflexionó sobre la oración en la primera parte del último libro de la Biblia, el Apocalipsis, y resaltó que la asamblea que ora muestra tres actitudes que los cristianos deben vivir cuando rezan.

En español, Benedicto XVI explicó que "la primera pone en evidencia que la oración debe ser ante todo alabanza a Dios por su amor, por el don de Jesucristo, que da fuerza, esperanza y salvación. La segunda fase asevera que la oración profundiza la relación con Jesucristo, asumiendo gradualmente una actitud contemplativa".

"Y la tercera fase señala que la Iglesia en oración, acogiendo la palabra del Señor, se transforma y recibe aliento para el arrepentimiento, la conversión, la perseverancia, el crecimiento en el amor y la orientación para el camino".

En italiano el Papa señaló que "el libro del Apocalipsis nos presenta una comunidad reunida en oración, porque es en la oración donde experimentamos cómo aumenta la presencia de Jesús en nosotros. Cuanto más y mejor oramos, con constancia e la intensidad, más nos asimilamos a Él, y Jesús realmente entra en nuestra vida y la guía, dándole alegría y paz".

"Y cuánto más conocemos, amamos y seguimos a Jesús, más sentimos la necesidad de quedarnos en oración con él, recibiendo serenidad, esperanza y fuerza en nuestra vida", añadió.

Sobre la primera fase, el Santo Padre dijo que "nuestra oración debe ser, sobre todo, escuchar a Dios que nos habla. Sumergidos en tantas palabras, no estamos acostumbrados a escuchar, sobre todo a ponernos en la disposición interior y exterior del silencio, para estar atentos a lo que Dios nos quiere decir".

"Estos versículos nos enseñan que nuestra oración, a menudo sólo de pedidos, debe ser, ante todo de alabanza de Dios por su amor, por el don de Jesucristo, que nos ha traído la fuerza, la esperanza y la salvación", agregó.

El Papa subrayó luego otro "la oración constante despierta en nosotros el sentido de la presencia del Señor en nuestra vida y en la historia; su presencia nos sostiene y nos da una gran esperanza en medio de la oscuridad de ciertos acontecimientos humanos".

"Además, toda oración, incluso aquella en la soledad más radical, no es nunca aislada ni estéril; es la linfa vital para alimentar una existencia cristiana cada vez más comprometida y coherente”, precisó.

Sobre la segunda fase el Papa resalta tres elementos simbólicos que muestran lo que hace Jesús resucitado por la Iglesia: "la mantiene firmemente en su mano derecha (una imagen muy importante que muestra que Jesús tiene la Iglesia en su mano); le habla con la fuerza de penetración de una espada afilada; y le muestra el esplendor de su divinidad: ‘Su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza’".

Comentando la experiencia profunda que San Juan experimentan ante esta realidad que hacen que caiga desmayado y que Jesús ponga en su rostro su mano derecha, Benedicto XVI dijo que "así será también para nosotros. Somos amigos de Jesús. La revelación de Dios resucitado, de Cristo resucitado no es una cosa terrible, sino el encuentro con el amigo".

"Incluso la Asamblea vive con Juan el momento particular de la luz delante del Señor, unido, sin embargo, a la experiencia del encuentro diario con Jesús, experimentando la riqueza de contacto con el Señor, que llena todos los espacios de la existencia".

Sobre la tercera fase, el Pontífice explica que Jesús da un mensaje dirigido a las siete iglesias situadas en Asía Menor alrededor de Éfeso, con el que hace "una apremiante invitación: ‘Conviértete’; ‘conserva firmemente lo que ya posees’; ‘observa tu conducta anterior’; ‘¡Reanima tu fervor y arrepiéntete!’".

"Esta palabra de Jesús, se escucha con fe, inicia rápidamente a ser eficaz: la Iglesia en oración, acogiendo la palabra del Señor viene transformada. Todas las Iglesias deben disponerse en atenta escucha al Señor, abriéndose al Espíritu como Jesús pide con insistencia repitiendo este mandamiento siete veces", afirma el Papa.

En español, el Santo Padre resalta finalmente que "mientras más oremos, con constancia e intensidad, mejor nos asimilaremos a Jesús, y Él entrará en nuestra existencia y la guiará, colmándonos de alegría y paz. Muchas gracias".

domingo, 2 de septiembre de 2012

Benedicto XVI: La Ley de Dios encuentra su cumplimiento en el amor

Papa Benedicto XVI

Papa Benedicto XVI

VATICANO, 02 Sep. 12 / 09:11 am (ACI/EWTN Noticias).- En sus palabras previas al rezo del Ángelus, junto a los fieles reunidos en Castel Gandolfo, Benedicto XVI señaló que la Ley de Dios, que "emerge" en la Liturgia de la Palabra de este domingo, "encuentra su pleno cumplimiento en el amor".
El Santo Padre subrayó que "la Ley de Dios es su Palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo hace salir de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la 'tierra' de la verdadera libertad y de la vida".
"Por esto en la Biblia la Ley no es vista como un peso, una limitación oprimente, sino como el don más precioso del Señor, el testimonio de su amor paterno, de su voluntad de estar cerca de su pueblo, de ser su Aliado y escribir con él una historia de amor".
Benedicto XVI recordó que "en el Antiguo Testamento, aquel que en nombre de Dios transmite la Ley al pueblo es Moisés", en el umbral de la tierra prometida.
"Y he aquí el problema: cuando el pueblo se establece en la tierra, y es depositario de la Ley, se siente tentado a poner su seguridad y su alegría en algo que ya no es la Palabra del Señor: en los bienes, en el poder, en otras 'divinidades' que, en realidad son vanas, son ídolos".
El Papa indicó que cuando el hombre pone ante su seguridad en esos falsos dioses "la Ley de Dios permanece, pero ya no es lo más importante, la regla de vida; se convierte más bien en un revestimiento, una cobertura, mientras la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses individuales y de grupo con frecuencia egoístas".
"Así, la religión pierde su sentido auténtico que es vivir en escucha de Dios para hacer su voluntad, y se reduce a práctica de usanzas secundarias, que satisfacen más bien la necesidad humana de sentirse bien con Dios. Éste es el grave riesgo de cada religión, que Jesús individuó en su tiempo, pero que también se puede verificar, lamentablemente, en la cristianidad".
"Por tanto, las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy contra los escribas y los fariseos deben hacernos pensar también en nosotros", indicó.
Por ello, al concluir sus palabras, el Santo Padre pidió "que la Virgen María, a quien ahora nos dirigimos en oración, nos ayude a escuchar con corazón abierto y sincero la Palabra de Dios, para que oriente nuestros pensamientos, nuestras elecciones y nuestras acciones, cada día".